Ir a la página inicial Lda. Carmen Nieto
Esta entrevista que le hace Madeleine Chapsal fue publicada originalmente el Viernes 31-5-1957 en L'Express (ver edición original).
En esta entrevista, Jacques Lacan, dirigiéndose al gran público, explicita qué surco ha sido abierto por el genio de Freud, y a qué exigencias debe responder la formación de los analistas para recuperar el retraso que su disciplina tiene en relación a los avances de su fundador. Jacques Lacan no cesará de trabajar en retomar este proyecto freudiano, asegurando así las bases de la reconquista del campo freudiano y el porvenir del nuevo racionalismo que él implica.
Esta entrevista también es citada como Las Claves del Psicoanálisis / Les clefs de la psychanalyse
- [Madeleine Chapsal] Un psicoanalista es muy intimidante. Se tiene el sentimiento de que él podría maniobrarlo a usted a su antojo..., que él sabe más que usted mismo sobre el motivo de sus actos.
- [Jaques Lacan] Usted no exagera. ¿Cree usted que este efecto es particular
al psicoanálisis?. Un economista, para muchos, es tan misterioso como un
analista. En nuestro tiempo, es el personaje del experto quien intimida.
Para la psicología, aunque ella fuera una ciencia, cada uno creía tener su
entrada en ella por el interior.
Pero he aquí que con el psicoanálisis se tiene el sentimiento de perder ese
privilegio, el analista sería capaz de ver alguna cosa más secreta en lo que,
a usted, le parece lo más claro. Ahí está usted desnudo, al descubierto, bajo
un ojo advertido, y sin saber bien lo que usted le muestra.
- Hay aquí una especie de terrorismo, uno se siente violentamente arrancado de sí mismo...
- El psicoanálisis, en el orden del hombre, tiene en efecto todos los
caracteres de subversión y de escándalo que pudo tener, en el orden cósmico,
el descubrimiento copernicano del mundo: ¡la tierra, lugar de habitación del
hombre, no es más el centro del mundo!
¡Y bien! El psicoanálisis le anuncia que usted no es más el centro de usted
mismo, ya que había allí un otro sujeto, el inconsciente.
Es una novedad que no ha sido de entrada bien aceptada. ¡Ese supuesto
irracionalismo del cual se ha pretendido disfrazar a Freud!
Pero es exactamente lo contrario: no solamente Freud racionalizó lo que hasta
entonces había resistido a la racionalización, sino que incluso él mostró en
acción una razón razonante como tal, quiero decir en acto de razonar y de
funcionar como lógica, sin que el sujeto lo sepa; esto en el campo mismo
clásicamente reservado a la sin-razón, digamos el campo de la pasión.
Es esto lo que no se le perdonó. Se habría admitido aún que introdujera la
noción de fuerzas sexuales que se apoderan bruscamente del sujeto sin prevenir
y fuera de toda lógica; pero que la sexualidad sea el lugar de una palabra, que
la neurosis sea una enfermedad que hable, he aquí una cosa bizarra y hasta
algunos discípulos prefieren que se hable de otra cosa.
No hay que ver en el analista un "ingeniero de las almas"; no es un
físico, no procede estableciendo relaciones de causa a efecto: su ciencia es
una lectura, una lectura del sentido.
Sin duda es por ello que, sin saber bien lo que se oculta detrás de las puertas
de su consultorio, se tiene la tendencia a tomarlo por un brujo, y aún un poco
más grande que los otros.
- Y quién ha descubierto esos secretos terribles...
- Conviene precisar todavía, de qué orden son esos secretos. No son los secretos de la naturaleza tales como las ciencias físicas o biológicas los han podido descubrir. Si el psicoanálisis aclara los hechos de la sexualidad, no es atacándolos en su realidad ni en la experiencia biológica.
-Pero Freud ha descubierto, a la manera en que se descubre un continente desconocido, un nuevo dominio del psiquismo, que se llama "inconsciente", ¿no es cierto? ¡Freud es Cristóbal Colón!
- Saber que hay toda una parte de las funciones que no está al alcance de la conciencia ¡no se esperó a Freud para eso! Si usted insiste en una comparación, Freud sería más bien ¡Champollion! La experiencia freudiana no es del nivel de la organización de los instintos o de las fuerzas vitales. Esa experiencia no los descubre sino ejerciéndose, si puedo decirlo, a una segunda potencia.
No es de efectos instintivos a su primera potencia que trata Freud. Lo que es analizable lo es porque ya está articulado en lo que hace la singularidad de la historia del sujeto. Si el sujeto puede reconocerse allí, es en la medida en que el psicoanálisis permite la "transferencia" de esta articulación.
Dicho de otra manera, cuando el sujeto "reprime", eso no quiere decir que rehúse tomar conciencia de algo que sería un instinto -pongamos por ejemplo un instinto sexual que quisiera manifestarse bajo forma homosexual- no, el sujeto no reprime su homosexualidad, reprime la palabra donde esta homosexualidad juega un papel de significante.
Usted ve, no es algo vago, confuso, lo que es reprimido; no es una especie de
necesidad, de tendencia, que habría de ser articulada (y que no se articularía
por estar reprimida), es un discurso ya articulado, ya formulado en un lenguaje.
Todo está allí.
- Usted dice que el sujeto reprime un discurso articulado en un lenguaje. Sin embargo no es eso lo que se siente cuando uno se encuentra frente a una persona que tiene dificultades psicológicas, un tímido por ejemplo, o un obsesivo. Su conducta parece sobre todo absurda, incoherente; y si se adivina que en rigor ella puede significar algo, sería algo impreciso, bien por debajo del nivel del lenguaje. ¡Y uno mismo, en la medida en que se siente conducido por fuerzas oscuras, que se adivina "neuróticas", ellas se manifiestan justamente por movimientos irracionales, acompañadas de confusión, de angustia!.
- Síntomas, cuando usted cree reconocerlos, no le parecen irracionales más
que porque usted los toma aislados, y usted quiere interpretarlos directamente.
Vea los jeroglíficos egipcios: mientras se buscó cuál era el sentido directo
de los buitres, de los pollos, de los hombres de pie, sentados, o moviéndose,
la escritura permaneció indescifrable. Es que por sólo el pequeño signo
"buitre" no quiere decir nada; él no encuentra su valor significante
más que tomado en el conjunto del sistema al cual pertenece.
¡Y bien! los fenómenos con los que nos vemos en el análisis son de ese orden,
son de un orden lenguajero.
El psicoanalista no es un explorador de continentes desconocidos o de grandes
fondos, es un lingüista: él aprende a descifrar la escritura que está allí,
bajo sus ojos, ofrecida a la mirada de todos. Pero que permanece indescifrable
mientras que de ella no se conocen las leyes, la clave.
- usted dice que esta escritura está "ofrecida a la mirada de
todos". Sin embargo, si Freud ha dicho algo nuevo, es que en el dominio
psíquico se está enfermo porque se disimula, se esconde una parte de sí
mismo, se "reprime".
Pero los jeroglíficos no estaban reprimidos, estaban inscriptos sobre la
piedra. ¿Su comparación no puede, por lo tanto, ser total?
- Al contrario, hay que tomarla literalmente: eso que, en el análisis del
psiquismo, hay que descifrar, está todo el tiempo allí, presente desde el
comienzo. usted habla de la represión olvidando una cosa, es que, para Freud, y
tal como él lo formuló, la represión era inseparable de un fenómeno llamado
"el retorno de lo reprimido".
Allí donde eso ha sido reprimido, algo continúa funcionando, algo continúa
hablando, gracias a lo cual el resto puede centrarse, designar el lugar de la
represión y de la enfermedad, decir "está ahí".
Esta noción es difícil de comprender porque cuando se habla de
"represión" se imagina inmediatamente una presión - una presión
vesical por ejemplo- es decir una masa vaga, indefinible, que apoya todo su peso
contra una puerta que rehúsa abrirse.
Pero en psicoanálisis la represión no es la represión de una cosa, es la
represión de una verdad.
¿Qué es lo que pasa cuando se quiere reprimir una verdad? Toda la historia de
la tiranía está allí para daros la respuesta: ella se expresa en otra parte,
en otro registro, en lenguaje cifrado, clandestino.
¡Y bien!. Eso es exactamente lo que no se produce con la conciencia: la verdad,
persistirá pero traspuesta a otro lenguaje, en lenguaje neurótico.
De tal modo que ya no se es más capaz de decir en ese momento cuál es el
sujeto que habla, sino que "eso" habla, que "eso" continúa
hablando; y lo que pasa es descifrable enteramente a la manera en que es
descifrable una escritura perdida, es decir no sin dificultad.
La verdad no ha sido anulada, ella no cayó en un abismo, ella está ofrecida,
presente, pero vuelta "inconsciente".
El sujeto que ha reprimido la verdad no gobierna más, él no está más en el
centro de su discurso: las cosas continúan funcionando solas y el discurso
continúa articulándose, pero más allá del sujeto. Y este lugar, este más
allá del sujeto, es estrictamente lo que se llama el inconsciente.
Usted ve bien que lo que se ha perdido no es la verdad, es la clave del nuevo
lenguaje en el cual ella se expresa en lo sucesivo.
Es allí donde interviene el psicoanálisis.
- ¿No será esta su interpretación de usted? No parece que sea la interpretación de Freud.
- Lea "La interpretación de los sueños", lea la
"Psicopatología de la vida cotidiana", lea "El chiste y su
relación con el inconsciente", es suficiente con abrir estas obras no
importa en qué página para encontrar eso de lo que yo le hablo.
El término "censura", por ejemplo, ¿por qué Freud lo eligió
inmediatamente, al mismo nivel de la interpretación de los sueños, para
designar la instancia refrenante, la fuerza que reprime?. La censura, nosotros
sabemos bien lo que es, es Anastasia, es una presión que se ejerce con un par
de tijeras. ¿Y sobre qué?. No sobre cualquier cosa que sucede en el aire, sino
sobre lo que se imprime, sobre un discurso expresado en un lenguaje.
Sí, el método lingüístico está presente en todas las páginas de Freud,
todo el tiempo se libra concretamente a referencias, analogías, aproximaciones
lingüísticas...
Y después, al fin y al cabo, en psicoanálisis, usted no pide más que una cosa
al paciente, no más que una sola cosa: hablar. Si el psicoanálisis existe, si
tiene efectos, ¡es de todos modos en el orden de la declaración de la
palabra!.
Ahora bien, para Freud, para mí, el lenguaje humano no surge en los seres como
resurgiría una fuente.
Vea cómo se nos presenta todos los días el aprendizaje por la experiencia en
el niño: él pone su dedo sobre la sartén, él se quema. A partir de allí, se
pretende, a partir de su encuentro con lo caliente y lo frío, con el peligro,
no le queda más que deducir, poner el andamiaje de la totalidad de la
civilización.
Es un absurdo: a partir del hecho de que él se quema, es puesto frente a algo
mucho más importante que el descubrimiento de lo caliente y de lo frío. En
efecto, que él se quema, y siempre se encuentra alguien que le hace, sobre eso,
todo un discurso.
El niño tiene que hacer mucho más esfuerzo para entrar en ese discurso en el
cual se lo sumerge, que para habituarse a evitar la sartén.
En otros términos, el hombre que nace a la existencia tiene que vérselas de
entrada con el lenguaje: es un hecho. Aún él está tomado allí desde antes de
su nacimiento, ¿no tiene un estado civil?
Sí, el niño que ha de nacer, ya está, de cabo a rabo, rodeado por esta hamaca
de lenguaje que lo recibe y al mismo tiempo lo aprisiona.
- Lo que hace difícil aceptar la asimilación de los síntomas
neuróticos, de la neurosis, a un lenguaje, perfectamente articulado, es que no
se ve a quién se dirige. No está hecho para nadie puesto que el enfermo, sobre
todo el enfermo, no lo comprende, ¡y hace falta un especialista para
descifrarlo!. Los jeroglíficos se volvieron quizás incompresibles, pero en el
tiempo en que se los empleaba estaban hechos para comunicar ciertas cosas a
alguien.
Ahora bien, ¿qué es este lenguaje neurótico que no es sólo una lengua
muerta, no sólo una lengua privada, ya que es para él mismo, ininteligible?
Y después un lenguaje, es alguna cosa de la cual alguno se sirve. Y aquel - el
lenguaje neurótico - es sufrido. Vea usted el obsesivo, él querría cazar una
idea fija, salir del engranaje.
- Esas son justamente las paradojas que son el objeto del descubrimiento. Si
este lenguaje, sin embargo, no se dirigiera a un Otro, no podría ser entendido
gracias a un otro en el psicoanálisis. Para el resto, hace falta reconocer de
entrada lo que es y para ello situarlo bien en un caso; eso exigiría un largo
desarrollo; de otro modo, es un lío donde no se puede comprender nada.
Pero es allí, asimismo, que es eso de lo que yo le hablo puede mostrarse en
claro: cómo el discurso reprimido del inconsciente se traduce en el registro
del síntoma.
Y usted se apercibirá hasta qué punto es preciso.
Usted hablaba del obsesivo: vea esta observación de Freud, que se encuentra en
los "Cinco psicoanálisis", intitulada "El hombre de las
ratas".
El hombre de las ratas era un gran obsesivo. Un hombre todavía joven, de
formación universitaria, que va a encontrarse con Freud a Viena, para decirle
que sufre de obsesiones: son tanto inquietudes muy vivas por las personas que le
son queridas, tanto el deseo de actos impulsivos, como cortarse la garganta, o
entonces se forman en él interdicciones que conciernen a cosas insignificantes.
- ¿Y sobre el plano de la sexualidad?
- ¡He aquí un error de término!. Obsesión, eso no quiere decir
automáticamente obsesión sexual, ni aún obsesión de esto o aquello en
particular: estar obsesionado, significa encontrarse tomado en un mecanismo, en
un engranaje cada vez más exigente y sin fin.
Ya sea que vaya a realizar un acto, cumplir con un deber, una angustia especial
traba al obsesivo: ¿lo logrará?. Enseguida, hecha la cosa, experimenta una
necesidad torturante de ir a verificar, pero no se atreve, por temor de pasar
por loco, porque al mismo tiempo sabe muy bien que lo ha logrado...
Helo aquí empeñado en circuitos cada vez más grandes de verificaciones, de
precauciones, de justificaciones. Tomado como está en un remolino interior, el
estado de apaciguamiento, de satisfacción, se le ha vuelto imposible.
Aún el gran obsesivo no tiene, sin embargo, nada de delirante. No hay ninguna
convicción en el obsesivo, sino esta especie de necesidad, completamente
ambigua, que lo deja tan desgraciado, tan dolorido, tan desamparado, de tener
que ceder ante una insistencia que viene de él mismo y que no se explica.
La neurosis obsesiva está extendida y puede pasar desapercibida si no se está
especialmente advertido de los pequeños signos que siempre la traducen. Estos
enfermos se mantienen aún muy bien en su posición social, mientras que su vida
está minada, devastada por el sufrimiento y el desarrollo de su neurosis.
Yo conocí personas que tenían funciones importantes, y no solamente
honorarias, directoriales, personas que tenían responsabilidades tan vastas y
extensas como usted pueda suponerlo, y que las asumían ampliamente, pero que no
menos, eran, de la mañana a la noche, presa de sus obsesiones.
Así estaba "el hombre de las ratas", enloquecido, atrapado en un
retoño de síntomas que lo lleva a consultar a Freud desde los alrededores de
Viena, donde participaba en maniobras como oficial de reserva, y pedirle su
consejo en una historia inverosímil de reembolso al correo del envío de un par
de anteojos a propósito de la cual se pierde hasta no poder decir más.
Si se sigue literalmente hasta sus dudas el escenario instituido por el síntoma
en cuatro personas, se reencuentra rasgo por rasgo, traspuestos en un vasto
simulacro, sin que el sujeto lo suponga, las historias que han conducido hasta
el matrimonio del cual el sujeto es el fruto.
- ¿Qué historias?
- Una deuda fraudulenta de su padre que, por añadidura, militar entonces, es
degradado de su rango por una felonía, un préstamo que le permite cubrir la
deuda, la cuestión que permanece oscura de la restitución al amigo que vino en
su ayuda, en fin, un amor traicionado por el casamiento que le dio una
"posición".
Durante toda su infancia, el hombre de las ratas había oído hablar de esta
historia - de uno en términos jocosos, de otro con palabras veladas. Lo que es
sorprendente, es que no se trata de un acontecimiento particular, o traumático,
que haría retorno de lo reprimido; se trata de la constelación dramática que
ha presidido a su nacimiento, de la prehistoria, si puede decirse, de su
individuo; descendida de un pasado legendario. Esta prehistoria reaparece por
medio de síntomas que la han vehiculizado bajo una forma irreconocible, para
anudarse finalmente en un mito representado, del cual el sujeto reproduce la
figura sin tener la menor idea.
Ya que ella es traspuesta allí como una lengua o una escritura puede ser
traspuesta en otra lengua o en otros signos; ella es escrita allí sin que sus
enlaces sean modificados; o aún como en geometría una figura es transformada
de la esfera en un plano, lo que no quiere evidentemente decir que toda figura
se transforme en no importa cuál.
- ¿Y una vez que esta historia ha sido puesta a la luz del día?
- Entienda bien: yo no he dicho que la cura de la neurosis se cumple sólo
después de haber visto eso.
usted piensa bien que en la observación del "hombre de las ratas",
hay otra cosa que yo no puedo desarrollar aquí.
Si fuera suficiente que hubiera una prehistoria en el origen de una conciencia,
todo el mundo sería neurótico. Está ligado a la manera en que el sujeto toma
las cosas, las admite o las reprime. ¿Y por qué algunos reprimen determinadas
cosas?
En fin, tómese usted el trabajo de leer "el hombre de las ratas" con
esta llave que lo atraviesa de parte a parte: trasposición en otro lenguaje
figurativo y completamente inapercibido para el sujeto, de algo que no se
comprende más que en términos de discurso.
- Puede ser que la verdad reprimida se articule como usted lo dice, como
un discurso con efectos devastadores.
Sólo que cuando un enfermo viene a usted, no es alguien que está en busca de
su verdad. Es alguien que sufre horriblemente y quiere ser aliviado. Si yo
recuerdo bien la historia del "hombre de las ratas", había allí
también un fantasma de ratas...
- Dicho de otra manera, "mientras usted se ocupa de la verdad, hay allí
un hombre que sufre..."
¡Con todo, antes de servirse de un instrumento, hace falta saber lo que es,
cómo está fabricado!. El psicoanálisis es un instrumento terriblemente
eficaz; y como además es un instrumento de gran prestigio, se lo puede
comprometer a hacer cosas que de ningún modo está destinado a hacer, y por
otra parte, haciéndolo así no pude sino degradárselo.
Hace falta entonces partir de lo esencial: ¿qué es esta técnica, a qué se
aplica, de qué orden son sus efectos, los efectos que ella desencadena por su
aplicación pura y simple?.
¡Y bien!. Los fenómenos de los que se trata en el análisis, y al nivel propio
de los instintos, son los efectos de los registros de un lenguaje: el
reconocimiento hablado de elementos mayores de la historia del sujeto, historia
que ha sido cortada, interrumpida, que ha caído en los fondos del discurso.
En cuanto a los efectos que deben definirse como perteneciendo al análisis, los
efectos analíticos - como se dice efectos mecánicos o efectos eléctricos -
los efectos analíticos son efectos del orden de ese retorno del discurso
reprimido.
Y yo puedo decirle que en el momento en que ha puesto usted al sujeto sobre un
diván y aún si usted le ha explicado la regla analítica de la manera más
sumaria, el sujeto ya está introducido en la dimensión de buscar su verdad.
Sí, del sólo hecho de tener que hablar como él se encuentra constreñido a
hacerlo, frente a un otro, el silencio de un otro - un silencio que no está
hecho ni de aprobación ni de desaprobación, sino de atención - lo siente como
una espera, y que esta espera es la espera de la verdad.
Y también él se siente allí empujado por el prejuicio del que hablábamos
hace un momento: por creer que el otro, el experto, el psicoanalista, sabe sobre
usted mismo lo que usted mismo no sabe, la presencia de la verdad se encuentra
fortificada, ella está ahí en estado de implícita.
El enfermo sufre pero él se da cuenta de que la vía hacia la cual volverse en
fin para superar, apaciguar sus dificultades, es del orden de la verdad: saber
de eso más y saber mejor.
- ¿Entonces el hombre sería un ser de lenguaje? . ¿Sería esta la nueva representación del hombre que se debería a Freud, el hombre es alguien que habla?
- El lenguaje ¿es la esencia del hombre?. No es una pregunta de la que yo me
desinterese, y tampoco detesto que quienes se interesen en lo que yo digo, se
interesen en ella por otra parte, pero es de otro orden, y, como yo lo digo a
veces, es la pieza lateral.
Yo no me pregunto "quién habla", yo intento plantear las preguntas de
otra manera, de una manera más formulable, yo me pregunto "de dónde habla
eso". En otros términos, si yo intenté elaborar algo, no es una
metafísica sino una teoría de la intersubjetividad. Desde Freud, el centro del
hombre no está más allí donde se lo creía, hace falta reconstruir sobre eso.
- Si es hablar lo que es importante, buscar su verdad por la vía de la palabra y de la declaración, ¿el análisis no se sustituye de una cierta manera a la confesión?.
- Yo no estoy autorizado para hablarle de las cosas religiosas, pero yo me había dejado decir que la confesión es un sacramento y que no está hecha para satisfacer ninguna especie de necesidad de confidencia... La respuesta, aún de consuelo, alentadora, incluso directiva del sacerdote no pretende constituir la eficacia de la absolución.
- Desde el punto de vista del dogma, usted tiene sin duda razón. Sólo
que la confesión se combina, y desde un tiempo que no cubre toda la era
cristiana, con lo que se llama la dirección de la conciencia.
¿Acaso no se cae allí en el dominio del psicoanálisis?. ¿Hacer confesar los
actos y las intenciones, guiar un espíritu que busca su verdad?.
- La dirección de conciencia ha sido, y por espirituales, juzgada muy
diversamente, se ha podido ver en ella incluso, en ciertos casos, la fuente de
toda clase de prácticas abusivas. En otros términos, es asunto de los
religiosos saber cómo ellos mismos la sitúan y cuál es el alcance que le dan.
Pero me parece que ninguna dirección de conciencia puede inquietarse por una
técnica que tiene como fin la revelación de la verdad. Me sucedió ver a
religiosos que son dignos de ese nombre, tomar partido en asuntos muy espinosos
donde se hallaba comprometido lo que se llama el honor de las familias, y los he
visto siempre decidir que mantener la verdad bajo la medida es en sí mismo un
acto de consecuencias devastadoras.
Y luego todos los directores de conciencia les dirán que la plaga de su
existencia son los obsesivos y los escrupulosos, ellos no saben literalmente por
qué extremo tomarlos: cuanto más los calman, más eso rebota, cuantas más
razones les dan, más la gente vuelve a plantearles preguntas absurdas...
Entre tanto, la verdad analítica no es algo tan secreto ni tan misterioso que
no pueda verse, en personas dotadas para la dirección de conciencia, surgir
espontáneamente la percepción de lo que ella es. He conocido entre los
religiosos gente que había captado que una penitente que venía a fatigarlos
con obsesiones de impureza tenía bruscamente la necesidad de ser llevada a otro
nivel: ¿se conducía ella con justicia con su criada o con sus niños?. Y por
este recuerdo brutal, obtenían efectos totalmente sorprendentes.
Según mi opinión, los directores de conciencia no pueden llegar a desdecir al
psicoanálisis: a lo sumo, pueden obtener de él ciertas apreciaciones que les
serán útiles...
- Puede ser, pero el psicoanálisis, ¿está suficientemente bien visto?. En los medios religiosos se haría de él más bien una ciencia del diablo.
- Yo creo que los tiempos han cambiado. Sin duda después de que Freud hubo
inventado el psicoanálisis, éste permaneció durante mucho tiempo como una
ciencia escandalosa y subversiva. No se trataba de saber si se creía en ella o
no, se la combatía violentamente con el pretexto de que personas
psicoanalizadas se desenfrenarían, se abandonarían a todos sus deseos, se
entregarían a cualquier cosa...
Hoy en día, admitido o no en tanto que ciencia, el psicoanálisis entró en
nuestras costumbres y las posiciones se han invertido: ¡es cuando alguien no se
conduce normalmente, cuando actúa de una manera juzgada "escandalosa"
por su medio, que se habla de enviarlo al psicoanalista!.
Todo esto entra en lo que yo llamaré, no con el término demasiado técnico de
"resistencia al análisis", sino "objeción masiva".
El temor de perder su originalidad, de ser reducido al nivel común, no es menos
frecuente. Hace falta decir que sobre esta noción de "adaptación" se
ha producido en estos últimos tiempos una doctrina cuya naturaleza engendra
confusión y, a partir de allí, inquietud.
Se ha escrito que el análisis tiene como finalidad adaptar al sujeto, de
ningún modo al medio exterior, digamos a su vida o a sus verdaderas
necesidades; eso significa claramente que la sanción de un análisis sería que
uno se ha vuelto padre perfecto, esposo modelo, ciudadano ideal, en fin, que uno
es alguien que no discute más nada.
Lo que es totalmente falso, tan falso como el primer prejuicio que veía en el
psicoanálisis un medio de liberarse de toda sujeción.
- ¿No piensa usted que lo que la gente teme más que nada, lo que la hace oponerse al psicoanálisis antes inclusive de saber si cree en él o no en tanto que ciencia, es la idea de que corre el peligro de ser desposeída de una parte de sí misma, modificada?
- Esta inquietud es totalmente legítima, en el nivel en donde ella surge. ¡Decir que no habría, después de un análisis, modificación de la personalidad, sería verdaderamente divertido!. Sería difícil sostener al mismo tiempo que se pueden obtener resultados por el análisis y que se puede no obtenerlos, es decir, que la personalidad permanecerá siempre intacta. Sólo que la noción de personalidad merece ser esclarecida, incluso reinterpretada.
- En el fondo de la diferencia entre el psicoanálisis y las diversas técnicas psicológicas, es que el psicoanálisis no se contenta con guiar, con intervenir más o menos ciegamente, él cura...
- Se cura lo que es curable. No se va a curar el daltonismo o la idiocia,
aunque al fin y al cabo pueda decirse que el daltonismo y la idiocia tienen que
ver con lo "psíquico".
¿Conoce usted la fórmula de Freud "allí donde eso estaba yo debo
ser"?. Hace falta que el sujeto pueda reinstalarse en su lugar, este lugar
en donde él no estaba, reemplazado por esta palabra anónima, que se llama
ello.
- En la perspectiva freudiana, ¿hay que pensar en atender a cantidades de personas que no están consideradas enfermas? . Dicho de otra manera, ¿Habría interés en psicoanalizar a todo el mundo?
- Poseer un inconsciente no es un privilegio de los neuróticos. Hay quienes
no están manifiestamente abrumados por un excesivo peso de sufrimiento
parasitario, que no están demasiado obstruidos por la presencia de otro sujeto,
en el interior de sí mismos, que inclusive se las arreglan bastante bien con
ese otro sujeto, y que sin embargo no perderían nada con conocerlo.
Porque, en suma, en el hecho de ser psicoanalizado, no se trata de ninguna otra
cosa sino de conocer su historia.
- ¿Es que esto sigue siendo cierto para los creadores?
- Es una cuestión interesante la de saber si hay para ellos interés en
cortar camino o en cubrir de un cierto velo esta palabra que los ataca desde
afuera (es la misma, al fin y al cabo, la que viene a perturbar al sujeto en la
neurosis y en la inspiración creadora).
¿Hay interés de ir muy rápido por la vía del análisis hacia la verdad de la
historia del sujeto, o a dejar hacer como Goethe una obra que no es más que un
inmenso psicoanálisis?
Ya que en Goethe es manifiesto: su obra toda entera es la revelación de la
palabra del otro sujeto. El llevó las cosas tan lejos como se puede hacerlo
cuando se es un hombre de genio.
¿Habría él escrito la misma obra si se lo hubiera psicoanalizado?. Según mi
opinión la obra hubiera sido seguramente otra, pero yo no creo que se hubiera
perdido con ello.
- Y para los hombres que no son creadores, pero que tienen pesadas responsabilidades, relaciones con el poder, ¿piensa usted que se debería instituir el psicoanálisis obligatorio?
- Se debería, en efecto, no poder dudar un solo instante si un señor es presidente del consejo, es seguramente que se ha hecho analizar a una edad normal, es decir joven... Pero la juventud se prolonga a veces muy lejos.
- ¡Cuidado!. ¿Qué es lo que se podría objetar al señor Guy Mollet si hubiera sido analizado? ¿si él pudiera hacer valer que ha sido inmunizado, cuando sus contradictores no lo han hecho?
- ¡Yo no tomaré partido sobre el tema de saber si el Sr. Guy Mollet haría
o no la política que él hace, si él fuera analizado! que no se me haga decir
que yo pienso que el análisis universal es la fuente de resolución de todas
las antinomias, que si se analizara a todos los seres humanos no habría más
guerras, más lucha de clases, yo digo formalmente lo contrario. Todo lo que se
puede pensar es que los dramas serían quizá menos confusos.
Vea usted el error, es lo que yo le decía hace un momento: querer servirse de
un instrumento antes de saber cómo está hecho. Ahora bien, en las actividades
que son por el momento comprendidas en el mundo bajo el término
"psicoanálisis", se tiende más y más a recubrir, desconocer,
enmascarar el orden primero en el que Freud aportó la chispa.
El esfuerzo de la gran masa de la escuela psicoanalítica ha sido lo que yo
llamo una tentativa de reducción: ponerse en el bolsillo lo que había de más
molesto de la teoría de Freud. De año en año se ve acentuarse esta
degradación, hasta llegar a veces, como en los Estados Unidos, a formulaciones
en franca contradicción con la inspiración freudiana.
No es porque el psicoanálisis sigue siendo discutido, que el analista debe
intentar volver más aceptable su observación, repintándola con colores
diversamente abigarrados, de analogías prestadas más o menos legítimamente de
dominios científicos vecinos.
- Es muy desmoralizador lo que usted dice, para los posibles analizados...
- Si yo lo inquieto tanto mejor. Desde el punto de vista del público, lo que yo considero como más deseable, es lanzar un grito de alarma y que tenga, en el terreno científico, una significación muy precisa: que sea un llamado, una exigencia primera concerniente a la formación del analista.
- ¿Es que no es acaso ya una formación muy larga y muy seria?
- A la enseñanza del psicoanálisis, tal como ella está hoy constituida
-estudios de medicina y después un psicoanálisis, análisis dicho didáctico,
hecho por un analista calificado- le falta algo esencial, sin lo cual yo niego
que se pueda ser un psicoanalista verdaderamente formado: el aprendizaje de
disciplinas lingúísticas e históricas, de la historia de las religiones,
etc.. Para cercar su pensamiento en lo concerniente a esta formación, Freud
reanima ese viejo término que me complazco en retomar, el de "universitas
literarum".
Los estudios médicos son evidentemente insuficientes para entender lo que dice
el analizado, es decir por ejemplo para distinguir en su discurso el alcance de
los símbolos, la presencia de los mitos, o simplemente para captar el sentido
de lo que él dice, como se capta o no se capta el sentido de un texto.
Por lo menos, al presente, un estudio serio de los textos y de la doctrina
freudiana se hace posible por el asilo que le da, en la Clínica de las
enfermedades mentales y del encéfalo de la Facultad, el profesor Jean Delay.
- En las manos de personas insuficientemente competentes, ¿piensa usted que el psicoanálisis tal como fue inventado por Freud corre el peligro de perderse?
- Actualmente, el psicoanálisis está por volverse ciertamente una
mitología cada vez más confusa. Se pueden mencionar algunos signos -
borramiento del Complejo de Edipo, acento puesto sobre los mecanismos
preedípicos, sobre la frustración, sustitución del término angustia por el
de miedo. Lo que no quiere decir que el freudismo, la primera luz freudiana, no
continúe caminando por todas partes. De ello se ven manifestaciones
absolutamente claras en toda clase de ciencias humanas.
Pienso en particular en lo que me decía recientemente mi amigo Claude
Lévi-Strauss, del homenaje finalmente rendido por los etnólogos al Complejo de
Edipo, como a una profunda creación mítica nacida en nuestra época.
Es algo sorprendente, sobrecogedor, que Sigmund Freud, un hombre completamente
solo, haya llegado a librar un cierto número de efectos que no habían sido
hasta entonces jamás aislados, y a introducirlos en una red coordenada,
inventando así a la vez una ciencia y el dominio de aplicación de esta
ciencia.
Pero en relación a esta obra genial que ha sido la de Freud, atravesando su
siglo como un trazo de fuego, el trabajo está muy atrasado. Lo digo con toda mi
convicción. Y no se comenzará a retomarlo más que cuando haya suficiente
gente formada para hacer lo que necesita todo trabajo científico, todo trabajo
técnico, todo trabajo donde el genio puede abrir un surco, pero donde enseguida
hace falta un ejército de obreros para cosechar
Traducción: Marco Mauas.